Me asusta la vida cotidiana. Me encanta por su facilidad para perder o ganar momentos.
La nostalgia parisina puede traducirse en grandes momentos si encuentras buenas compañías. El nerviosismo e ilusión de buscar un buen regalo. La facilidad con la que caen las primeras cervezas. La energía que derrochas con los primeros bailes y entonas las primeras canciones en esos conciertos de gente familiar que hace cosas realmente extraordinarias. La grandiosa exaltación de la amistad de camino a lo que será una gran noche. La tediosa pero hilarante espera en la cola de El Sol. Los encuentros fortuitos, la chispa y los halagos de las horas más rojas. Las coronas de princesas que terminan paseándose por la calle de las princesas sin coronas.
El abrir los ojos de en ese despertar etílico. El Sol que se clava en el cristal de unas gafas de cristal verde. El subir y bajar de escaleras imperiales con cámara y botella de agua en mano. Las personas que desinteresadamente te introducen en el mundo paralelo de los hombres y los torneos de billar. El volver y comer galletas de jengibre y dormir hasta que es la hora de pasear.
El abrazar a elefantes metálicos que hacen el pino desafiando a las arterias de la ciudad. El plasmar reflejos en edificios que plasman reflexiones. La sensación de ni frío ni calor. El reposo y el descanso del café con los amigos y las tartas de frutas. El comienzo del retorno por las calles que hace unas horas te vieron exaltar la amistad y maldecir las relaciones absorbentes. La vida de barrio en pleno apogeo del apetito. La malta que no gusta pero endulza las conversaciones con esas maravillosas compañías de la vida parisina. La calle que sube y te acerca a las terrazas. Las conversaciones que pretenden arreglar el mundo y la crisis. Esas terrazas donde te espera la gente que lleva haciendo de estos pequeños días de la vida cotidiana una fiesta en la que ganas y pierdes momentos.
Y un cumpleaños feliz que vale más que mil relojes, para que pierdas tu tiempo conmigo en nuestra nostalgia parisina rodeadas de globos, confeti y lazos rosas que hacen hortera nuestra vida cotidiana.
domingo, 25 de abril de 2010
domingo, 4 de abril de 2010
de empezar
El verde es mucho más verde. Es más, es sustituido por por mil tonalidades que derivan del verde. La sombra de las encinas se entremezcla, se funde, se dispersa.
El agua corre, plena y libre, abundante. Me encanta este camino. Sueñas con vivir en casas en ruinas que miran a la inmensidad de la dehesa. Te emocionas cuando ves un águila y siempre sonríes porque estás rodeado de cigüeñas.
Las jaras rompen con el blanco y juegan con margaritas amarillas, atrevidas y curiosas. Marchas del hogar rumbo a casa. Dualidad contradictoria que te hace mirar por la ventanilla con el ceño fruncido.
Y quieres pero no quieres y gusta pero no gusta y duele pero no duele. Y sonríes pese a que las cigüeñas ya no vayan a volar al son de las campanas.
Y sonríes pese a que sepas el porqué del doblar de las campanas.
El agua corre, plena y libre, abundante. Me encanta este camino. Sueñas con vivir en casas en ruinas que miran a la inmensidad de la dehesa. Te emocionas cuando ves un águila y siempre sonríes porque estás rodeado de cigüeñas.
Las jaras rompen con el blanco y juegan con margaritas amarillas, atrevidas y curiosas. Marchas del hogar rumbo a casa. Dualidad contradictoria que te hace mirar por la ventanilla con el ceño fruncido.
Y quieres pero no quieres y gusta pero no gusta y duele pero no duele. Y sonríes pese a que las cigüeñas ya no vayan a volar al son de las campanas.
Y sonríes pese a que sepas el porqué del doblar de las campanas.
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