domingo, 16 de enero de 2011

de un domingo por la mañana


Me encanta el Círculo de Bellas Artes (CBA) de Madrid. Ir y pasear. Subir y bajar la escalera. ESA escalera, magnífica y enorme. Esa luz, esa terraza... Y hacer fotos de los reflejos en sus cristales y espejos. 

Reflejos que se veían hoy en la exposición de Horacio Coppola en sus fotos de Europa. Reflejos de la sociedad europea de aquellos años 30. Londres, París y Berlín. Un retrato social y humano de unas calles llenas de gente muy diferente a como son ahora.

La imágenes se componen con la geometría de las bicis y las ventanas. Colchones al sol. A veces vacías a veces muy llenas de muchas personas, personas de calle, normales, si es que eso existe.
Berlín antes de la guerra, antes de ser lo que es. Un Londres que parece de "los lunes al sol". Un París sucio, un quai de la Seine sucio. Las mujeres no eran muy glamurosas, las calles recuerdan a Oporto. Pero la gente se seguía sentando en el quai y sonreía al mirar al sol. 
Tu me manques, Paris.

viernes, 31 de diciembre de 2010

de dosmil10

Llegó arrastrando la resaca de vidas pasadas que ya sabía que no iban a volver. Fue injusto por tu parte pretender que superaría a su predecesor, así, de primeras. Y poco a poco remontó el vuelo, con buenos viajes en buenas compañías en busca de la arquitectura que nunca seremos o creemos que seremos capaces de hacer.

Y entre risas y buen zumo llegó el tiempo del disfraz, de conocer lugares cálidos donde comer es un placer y reír y bailar una obligación. Y todo marchaba, rulaba con normalidad. 

Pero cae una pieza clave, de primera línea, que duele en días como hoy, pero que a tus 23 recuerdas con todo lo recordable pues él estaba en su vida antes de que le pudieses recordar. Y el calor sube, el calor del hogar.

Y poco a poco, un proyecto nuevo. No de los de proyectar, si no de ilusionar. Y le conoces. Y trabajas para que la gente recupere la ilusión. Para que no les frene el desatino de unos cuantos. Para que no yerren como erraron. Para que confíen donde otros están desconfiando. Para no perder la sonrisa. Y desde entonces, aún no la has perdido. 

Y las flores estudiaron y demostraron su valía. Luces, fuego y desenfreno se sucedió. En la punta norte, en su oeste querido y volvió a ese sur, a esa tierra de volcán que hace que se sienta como en casa. Fotografiar y ver. Hablar y cantar. Bailar, bailar, bailar. Beber, bailar, beber. Y pasear. Ocasos vienen, otros se van. En la ciudad. 

"Bajando por donde los garitos, dejándome caer por la cuesta abajo..." Risa de ciudad, esfuerzo de ciudad. Esfuerzo, forzar, fuerza. Diseñar es un placer, como el dormir sin dormir. Como las luces al final del túnel que traen la libertad de pararte a pensar lo que escribes y lo que haces. 

Y júzgale mejor, pues pese a las cosas malas que te trajo, el último día sigues sin perder la sonrisa.

martes, 14 de diciembre de 2010

del tiempo.



En tiempos de lluvia,  el mundo mira al suelo.
En tiempos de crisis, todos entienden de todo.
En tiempos de frío, las ciudades se vuelven mares.
En tiempos de amores, las distancias se enredan.
En tiempos de guerra, la injusticia entiende de armas.
En tiempos sin tiempo, la gente deja de mirar.



  

domingo, 25 de abril de 2010

de placeres de la vida

Me asusta la vida cotidiana. Me encanta por su facilidad para perder o ganar momentos.

La nostalgia parisina puede traducirse en grandes momentos si encuentras buenas compañías. El nerviosismo e ilusión de buscar un buen regalo. La facilidad con la que caen las primeras cervezas. La energía que derrochas con los primeros bailes y entonas las primeras canciones en esos conciertos de gente familiar que hace cosas realmente extraordinarias. La grandiosa exaltación de la amistad de camino a lo que será una gran noche. La tediosa pero hilarante espera en la cola de El Sol. Los encuentros fortuitos, la chispa y los halagos de las horas más rojas. Las coronas de princesas que terminan paseándose por la calle de las princesas sin coronas.
El abrir los ojos de en ese despertar etílico. El Sol que se clava en el cristal de unas gafas de cristal verde. El subir y bajar de escaleras imperiales con cámara y botella de agua en mano. Las personas que desinteresadamente te introducen en el mundo paralelo de los hombres y los torneos de billar. El volver y comer galletas de jengibre y dormir hasta que es la hora de pasear.
El abrazar a elefantes metálicos que hacen el pino desafiando a las arterias de la ciudad. El plasmar reflejos en edificios que plasman reflexiones. La sensación de ni frío ni calor. El reposo y el descanso del café con los amigos y las tartas de frutas. El comienzo del retorno por las calles que hace unas horas te vieron exaltar la amistad y maldecir las relaciones absorbentes. La vida de barrio en pleno apogeo del apetito. La malta que no gusta pero endulza las conversaciones con esas maravillosas compañías de la vida parisina. La calle que sube y te acerca a las terrazas. Las conversaciones que pretenden arreglar el mundo y la crisis. Esas terrazas donde te espera la gente que lleva haciendo de estos pequeños días de la vida cotidiana una fiesta en la que ganas y pierdes momentos.

Y un cumpleaños feliz que vale más que mil relojes, para que pierdas tu tiempo conmigo en nuestra nostalgia parisina rodeadas de globos, confeti y lazos rosas que hacen hortera nuestra vida cotidiana.

domingo, 4 de abril de 2010

de empezar

El verde es mucho más verde. Es más, es sustituido por por mil tonalidades que derivan del verde. La sombra de las encinas se entremezcla, se funde, se dispersa.

El agua corre, plena y libre, abundante. Me encanta este camino. Sueñas con vivir en casas en ruinas que miran a la inmensidad de la dehesa. Te emocionas cuando ves un águila y siempre sonríes porque estás rodeado de cigüeñas.

Las jaras rompen con el blanco y juegan con margaritas amarillas, atrevidas y curiosas. Marchas del hogar rumbo a casa. Dualidad contradictoria que te hace mirar por la ventanilla con el ceño fruncido.

Y quieres pero no quieres y gusta pero no gusta y duele pero no duele. Y sonríes pese a que las cigüeñas ya no vayan a volar al son de las campanas.

Y sonríes pese a que sepas el porqué del doblar de las campanas.